“Es una experiencia virtual que ofrece emociones reales”, dice Romera, quien lleva a cabo este tipo de cursos con niños y mayores por diferentes lugares de la geografía española. La experiencia arrancó con una puesta en común donde cada uno de los presentes expresó sus sentimientos y definieron lo que para ellos es la felicidad. Luego, los catorce internos de la residencia dibujaron con sus propias manos un autorretrato antes de ponerse las gafas y vivir una experiencia única.